Adela Goldbard. UNO: Expos / Vacío + Simulacro.
Adela Goldbard, Non Reflex, Galería Enrique Guerrero.
Arriba a la izquierda, una vista de la inauguración el 26 de noviembre del 2009, y dos stills del vídeo, Non-Reflex 12, 2009. Fotos Eduardo Egea.
Otra coordenada histórica que es apremiante situar, involucra a las intervenciones en espacios abiertos de artistas del Land Art como Mary Miss, Alice Aycock, Nancy Holt, Robert Smithson, Walter De Maria, Michael Heizer, etc.; no obstante, nuevamente esto es solo aparente, ya que más allá del peso que conlleva una contextualización teórica e histórica como la que Rosalind Krauss realizó en su seminal ensayo, La Escultura en el Campo Expandido (Sculpture in the Expanded Field, Revista October 8, 1979), esta serie de obras en Non Reflex más bien contravienen el espíritu idealista de estos artistas y su vehemente involucramiento con la naturaleza por medio de la expansión escultórica; Goldbard con sus simulacros fotográficos “contamina” los límites entre dos grandes opuestos, naturaleza – arte, al fusionar los límites de la realidad con la representación fotográfica a través de intervenciones efímeras – y que paradójicamente causaron en su ejecución mucho menos daño en la naturaleza que las propias obras del Land Art histórico-; así, mientras que para los artistas de los setenta el arte es una herramienta con la que literalmente nos fusionamos con la naturaleza, para esta artista la estrecha relación entre arte y naturaleza es una prueba más de lo huidiza que es la simple percepción de la realidad.
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Tres ejemplos de esta serie: Non-Reflex Number One, 2008, Non-Reflex 9, 2009 y Non-Reflex 10, 2009, estas piezas son impresiones digitales sobre papel metálico en edición de 6, 90 x 115 cm. Fotos cortesía galería Enrique Guerrero, excepto Non-Reflex Number One por Eduardo Egea.
Con más afinidad con artistas como Lothar Baumgarten, por su oposición entre cultura y naturaleza, Jan Dibbets, quien ha explorado la tensión entre percepción y representación fotográfica, e incluso, con Cindy Sherman por la efímera puesta en escena de un simulacro fotográfico, o con más precisión, con Victor Burgin, quien desde fines de los años sesenta ha cooperado en socavar al entendido de la fotografía como portadora de una verdad inamovible, Adela Goldbard ha logrado en esta exposición y con gran economía de medios, conjugar todas las viejas inquietudes aquí analizadas; y es precisamente este refinamiento, el que nos permite identificar uno de los rasgos más constantes que tiene la producción contemporánea en los artistas jóvenes, que es el realizar citas voluntarias o involuntarias a procesos y obras históricos, para asimilarlos y dominarlos hasta el punto que impliquen una fresca renovación del conocimiento antecedente, – el caso más complejo desde México es Gabriel Orozco y su reinterpretación inicial del Arte Povera –; de tal modo, que artistas emergentes de la periferia mexicana como Goldbard, se desenvuelven en una coyuntura en donde a partir de establecer un contrapunto con el conocimiento establecido del primer mundo, cimentan las bases para proponer sus propias aportaciones, ello en un contexto crítico, en donde el devenir de las generaciones y las culturas pone en entredicho geográfico y político, los límites y los lugares comunes de lo que entendemos por el arte contemporáneo.
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