Gabriel Orozco, Primer Muestra en Kurimanzutto.
El arte mexicano tiene más de cincuenta años abrevando de lo que sucede en Europa y los Estados Unidos, en ese período de tiempo, Gabriel Orozco ha resultado ser el primer artista local que logró conjugar la producción inmediata de su trabajo, con una brillante estrategia de posicionamiento comercial simultánea al cultivo de un serio dialogo artístico y formal con las expresiones del contexto Europeo y neoyorquino, con éste sofisticado proceder, Gabriel se consolidó en el escenario internacional con piezas que se han vuelto referencia: Piedra que Cede, 1993, es una gran bola de plastilina con el peso del artista que puso a rodar por las calles de Nueva York, La DS, 1993, es un clásico Citroën cortado en tres secciones, al cual se le retiro el centro del auto y se volvió a unir las dos partes laterales restantes, creando un aerodinámico y nuevo diseño automotríz, que a pesar de su belleza estilizada era absurdo y disfuncional; o la Caja de Zapatos Vacía, 1993, un embalaje de éste tipo que Orozco dispuso por primera vez en la sala que se le asignó en el Aperto’93: Emergenza/Emergencyen la 45 Bienal de Venecia; además de lo oportuno, brillante y exitoso de piezas como las referidas y del espaldarazo que ha implicado ser representado por la galería Marian Goodman de Nueva York, Gabriel también ha realizado citas a procesos, obras e incluso textos de autores directamente vinculados al Arte Povera, justo en un momento, a principios de los años noventa, cuando los artistas y el arte de los sesenta y setenta comenzaban a ser revisados y asimilados por el mercado y las instituciones; de tal modo, que Gabriel se convirtió por la calidad de muchas de sus piezas y lo pertinente de su propuesta, en uno de los artistas más visibles y exitosos del escenario internacional durante los años noventa.
galería mexicana** justo cuando su carrera se encuentra tan avanzada, cuanto más que Kurimanzutto, la galería que lo representa en el país, tiene ya fundada diez años, esto es, desde 1999; ya han pasado más de quince años desde que éste artista comenzó su consolidación en el escenario internacional del arte, en tal circunstancia, después de estar acostumbrados a ver en el país sobretodo grandes muestras recopiladoras de Gabriel Orozco en espacios institucionales, cosa que evidencia que el artista ha dejado al medio galerístico de su propio país al final, condición que nos deja una impresión conocida sobre algo que siempre se ha padecido en México, que es sentir el asfixiante peso de no acabar en dejar de ser periféricos; en consecuencia, una expo individual de Gabriel Orozco, con obra reciente, se antoja extraña y curiosamente novedosa; no obstante éste último atractivo, la exhibición resulta ambivalente, ya que puede uno reconocer el proceder habitual de Gabriel con recursos mínimos, con el que realiza tanto gestos eficaces como obras que rayan lo banal, la repetición o el déjà vu de los caminos harto recorridos, y que hacen pensar o en un paulatino desgaste de sus recursos, o un lapso de letargo creativo; ya el artista reflexionaba con naturalidad sobre éste inevitable encrucijada en la vida de una artista en alguno de los pasajes de la película que filmó sobre él Juan Carlos Martín en el 2002.
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